Por Itzia Janik Macías Barreto
Especialista en género y violencia
Ese día la pequeña lo pasaría con su padre, pues era su turno en la convivencia acordada tras el divorcio. El padre la llevó a casa de su hermano Alejandro. En la cocina de aquella casa llena de amor filial, por la tarde, el tío de la pequeña trasgredió, con sus manazas, la frontera que hay entre las apetencias de un hombre y el derecho de la niña a vivir una vida libre de violencia.
Pasaron los días y la madre notaba enojo e irritación en la pequeña. Con paciencia y amor, la madre por fin supo que la conducta de la niña obedecía al acto que su excuñado había perpetrado contra la menor. La madre jamás puso en duda el dicho de la niña, pero el padre sí. Sin el apoyo del padre, pero revestida del amor a su hija, Victoria Figueiras se hizo cargo y denunció los hechos.
El padre de la pequeña, leal a su familia, apoyó al hermano negándose a rendir testimonio ante los agentes del ministerio público. ¿Y cómo no negarse, si con su silencio se mantenía la unión familiar? Él había intentado hacer entrar en razón a su exesposa, pero ella insistía en separar a la familia, arruinarla, destruirla al contar cosas que nunca pasaron y, si pasaron, ¿por qué no abrirse a la comprensión y el perdón por el bien de la familia? ¿A caso la familia no es lo mejor que tenemos?
En un sistema simbólicamente organizado para dominar y controlar a las mujeres, donde estas son el bastión que cohesiona a la familia, es fácil acudir al reclamo del resguardo familiar para disuadirlas de proteger a los menores que viven abuso sexual por los hombres que integran la unidad básica disciplinaria, que es la familia.
En tal sentido, la familia es lo mejor que tiene el patriarcado para mantener en secreto el pacto patriarcal que hacen los hombres contra su prole, y es que en esta historia, como en tantas otras, la integridad de los hombres que componen la unidad básica disciplinaria se antepone a la integridad de los menores.
Dos hombres unidos contra una niña pequeña que se preguntaba por qué su padre no le creía. Pero la madre jamás dudó del dicho de la menor, y no fue la única, también lo hizo el juez Juan Manuel Martínez Vitela pero, ¡oh sorpresa!, el juez absolvió de los cargos imputados al tío de la menor porque la Fiscalía del Estado de México, ¡oh sorpresa! no corroboró la información presentada por Victoria Figueiras.
De acuerdo a Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad: “Para el delito de estupro, que es cuando un adulto tiene relaciones sexuales con un menor de edad, el porcentaje de casos que han logrado cerrarse con una sentencia condenatoria irrevocable ha sido del 1.73 % en los últimos diez años”. Eso significa que en México solo 2 de cada 100 agresores sexuales enjuiciados pisan la cárcel.
Alejandro tal vez sea uno de esos dos, pues Victoria Figueiras obtuvo la revocación de la sentencia absolutoria, pero no la obtuvo sola, lo hizo junto a su representante legal, Jorge Eduardo Bastida Pérez, y la coordinación de litigación, quien realizó la tarea de subsanar el trabajo que la Fiscalía de Género del Edomex hizo en favor del acusado, en tanto la carpeta de investigación que presentó carecía de perspectiva de género ni de la niñez, permitiendo al juez reafirmar, por su parte, el pacto patriarcal.
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