Por: José Guadalupe Bermúdez Olivares
Es grato escuchar a menudo a Claudia Sheinbaum cuando habla de los principios de la Cuarta transformación, en particular cuando afirma que “El poder solo es virtud, cuando se pone al servicio de los demás. Si como personas la mayor virtud que podemos tener es ayudar al prójimo, como gobernantes es una obligación. Es una obligación llegar al poder y destinar ese poder para poder ayudar a los demás”. Lo mejor es observar coherencia entre su discurso y su práctica.
Ciertamente que cuando una comunidad se reúne y organiza, se funda una capacidad que entenderemos como poder, es decir, logra evidenciar su poder, se trata de entender el poder de una manera positiva, como una capacidad que se tiene o no se tiene en una comunidad organizada, y no como algo que se toma. Un pueblo organizado es, en este sentido, su propia y única autoridad.
Desde siglos atrás, Aristóteles, Platón, Cicerón y muchos otras aportaron su pensamiento para explicar la organización y el funcionamiento de las sociedades, con ideas muy valiosas para entender la conducta del ser humano en el ámbito político, se usaron diversos métodos explicativos, como el de concordancia, el de diferencia, el racionalismo crítico, que ayudaron a la conformación de las teorías a una ciencia política, que se relaciona con todas las ciencias, para explicar cómo se generan los gobiernos y cómo cada uno participa, conciente o inconscientemente, en la sociedad que habita y la sociedad a la que aspira, por eso retomamos la ciencia política, como una ciencia integradora, para argumentar y justificar, el camino que deseamos recorrer.
El poder puede entenderse desde dos ópticas, una de ellas como dominación, otra como parte de la vida. Weber dice que el poder es dominación legítima ante obedientes, por cierto, es la posición que adopta la mayoría de la gente, porque así se lo han hecho saber y así lo percibe, en el sentido de que el poder es necesario para imponerte, este ejemplo se vive desde la misma familia cuando el padre concentra el poder y domina a los demás miembros de su célula familiar. Los anarquistas al adoptar esta posición de Weber, plantean disolver el poder en donde esté, incluso las instituciones, donde la familia es una de ellas.
Si nos remitimos al ejemplo de la familia, desde la posición de Weber, como papá ante el hijo soy dominador, en la percepción común, pero ante mi esposa ¿Soy dominador?, eso era antes, entonces aquí ya no aplica la idea weberiana, porque la sociedad ha evolucionado, ¿entonces en qué sí aplica y en qué no?, la evolución social también trae consigo una vida democrática y de respeto al otro, por eso ahora pugnamos por la equidad de género y una vida democrática desde la familia misma. El primer elemento conceptual de Weber (dominación) pierde vigencia con este ejemplo de la familia, pero la segunda (legítima) cobra más sentido, porque el despertar de las conciencias que buscamos potenciar, cuida más lo que se desea ver en el representante; el tercer elemento conceptual de Weber sobre el poder (obedientes), ya no aplica en la nueva concepción que hoy se asume desde la Cuarta transformación, ha quedado fuera, justo porque no se percibe a un ciudadano obediente, sino conciente, deliberativo, participativo en la cosa pública.
Con lo anterior emerge la otra idea del poder, la del servicio. Es la concepción que más se acerca a la coherencia lógica de la democracia, esa que escuchamos del movimiento zapatista y que ahora nos parece más natural en Andrés Manuel López Obrador, que significa servir para la vida, mandar obedeciendo.
Si los aspirantes a los escaños del poder público (presidentes, senadores, diputados, etc.,) se asumen como políticos en coincidencia a la concepción de poder de Weber, están pensando en legitimizarse para tener un poder por encima de los ciudadanos, imaginando que los ciudadanos son obedientes, pero si asumen una concepción de servicio, entonces serán congruentes con la concepción de poder de la vida.
Siguiendo a Dussel, quien a su vez se apoya en Schopenhauer, el principio del poder es el deseo de vivir, en sus ejemplos afirma que un pueblo cuando tiene voluntad de vivir tiene poder y el poder lo utiliza para buscar alternativas para vivir mejor. El poder es la fuerza del pueblo, no de los gobernantes, éstos la reciben del pueblo para que ejecuten determinadas tareas, aunque muchas veces no cumplen, se desvían en su desvarío de deseos incumplidos. El ejercicio delegado del poder es lo que recibe un representante, pero lo usa para mandar mandando, no para mandar obedeciendo, ese es el error de ellos, el error de nosotros es ser pasivos y no quitarles el poder cuando mandan mandando, por eso es loable la revocación de mandato, cuando no mandan obedeciendo.
El pensamiento zapatista que Marcos popularizó en 1994, era de los indígenas, ellos no concebían la democracia como los demás, ni siquiera tenían integrada a su saber la palabra democracia, porque les parecía de lo más natural el que sus representantes mandaran obedeciendo. Ese mismo pensamiento lo adoptó Evo Morales y hoy lo adopta Andrés Manuel López Obrador. El que ejerce el poder es obedencial, no manda mandando, obediente es el que escucha la palabra del otro y servirle. Por eso la política tiene de manera implícita una ética, no puede separarse.
Adoptemos una política para la vida y desechemos una política para la dominación, revolucionemos nuestras conciencias, es mejor para un mundo mejor. ¿Te imaginas esta concepción aplicada de manera viva en todas las organizaciones?
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