El Movimiento Democrático Magisterial: conciencia organizada frente a la represión

por | Jul 3, 2025 | José Guadalupe Bermúdez Olivares, Opiniones

Por: José Guadalupe Bermúdez Olivares

Ese día amanecimos con sorpresas, no estuve en el lugar de la represión, los periodicos dedicaron sus planas con imágenes de los detenidos, mi suegra, cuñadas y concuño detenidos, mis compañeros de la dirección del movimiento en los separos policiacos. Unas 250 personas estaban en la Procuraduría de justicia, declaraban ante los agentes, se distinguía un antiguo luchador social señalando a quienes tenían un cargo en la dirección colectiva, ahora trabajaba para el estado represor, el Jarocho Arroniz le decían. Desde las primeras horas del día llegaban maestras y maestros de todo el estado, se concentraban en las casas del estudiante, había que reorganizar al movimiento ahora para rescatar a los detenidos.

El 3 de julio de 1990 marcó un episodio doloroso en la historia del sindicalismo democrático en México: la represión violenta del Movimiento Democrático Magisterial (MDM) y el encarcelamiento de 17 de sus dirigentes. Aquel día, el Estado respondió con fuerza al creciente despertar de conciencia de miles de maestras y maestros que, cansados del corporativismo, la corrupción sindical y la falta de democracia, alzaban la voz para exigir un cambio profundo en el sistema educativo y en la representación sindical.

El MDM no fue un capricho ni una aventura aislada. Fue el resultado de años de acumulación de agravios, de la precarización laboral del magisterio, de la exclusión de las bases en la toma de decisiones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), y de la complicidad histórica entre la cúpula sindical y los gobiernos priistas. El movimiento surgió desde las aulas, desde las comunidades rurales y urbanas, desde la voz crítica de quienes enseñan y aprenden.

En este contexto, el MDM fue mucho más que una protesta gremial: fue una poderosa escuela de organización popular, de politización, de defensa de la educación pública y de construcción de ciudadanía, su lucha no se limitó a lo salarial o laboral; cuestionaba también el modelo educativo, el autoritarismo político y la marginación estructural de grandes sectores del país, fue una propuesta ética y pedagógica que ponía en el centro la dignidad del trabajo docente y el derecho del pueblo a una educación liberadora.

El 3 de julio de 1990, el gobierno respondió con represión a esta organización legítima. La detención de 17 dirigentes del MDM no sólo fue una muestra de intolerancia, sino también un intento de descabezar y desmovilizar a un movimiento en ascenso; sin embargo, la prisión de sus líderes no logró apagar la llama, al contrario, fortaleció la solidaridad, amplificó la denuncia y sembró en muchos la certeza de que luchar por la justicia implica asumir costos, pero también dignifica. Miles y miles salieron a las calles al grito de ¡Presos políticos, libertad!, también, en esta etapa de crisis y fortalecimiento aprendimos a conocernos más: algunos se fueron a la derecha, otros se quedaron en la izquierda y, no siempre en la misma trinchera, han seguido la lucha, algunos murieron en este camino.

35 años después, el legado del Movimiento Democrático Magisterial sigue vivo en las múltiples expresiones de resistencia pedagógica, en los movimientos disidentes dentro del magisterio, y en las luchas por democratizar el SNTE y transformar la educación; en su mayoría en grupos, separados, alejados de la unidad que se construyó en aquellos años difíciles. Su historia es parte de una memoria colectiva que nos recuerda que el derecho a organizarse, a cuestionar, a proponer y a construir desde abajo, no debe ser criminalizado sino reconocido como una forma legítima de participación democrática.

En tiempos donde las reformas educativas van y vienen, y donde hay nuevas trincheras, recordar el 3 de julio de 1990 no es un ejercicio nostálgico, sino una necesidad urgente. Nos recuerda que las transformaciones profundas requieren de la organización colectiva, la conciencia crítica y el compromiso con las causas del pueblo. Mi reconocimiento a quienes no sucumbieron: Rafaela Alejo+, Fabiola Alanís, Filemón Solache+, Sergio Martínez+, Rogelio Sosa, Javier Acuña+, Abelardo Torres y otros más.

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2 Comentarios

  1. Marcela

    Lo tengo muy presente en la memoria
    Tiempos difíciles
    fortalecieron y dejaron grandes enseñanzas
    Sólo la convicción de que se lucha por un mundo justo e igualitario puede mover muros y montañas

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  2. Kathy Martínez Rosas

    La palabra «sucumbir» se refiere a ceder, rendirse o someterse ante algo. También puede significar morir o perecer en circunstancias extraordinarias, como en guerras o epidemias. El término proviene del latín «succumbĕre» y se utiliza en contextos tanto físicos como morales, como «sucumbir ante el enemigo» o «sucumbir a la tentación». (R.A.E.)

    Mis felicitaciones, pero sobre todo mi reconocimiento y respeto, a quienes hoy siguen sin fatigarse, sin rendirse o vencerse; que al contrario, siguen capitulando en secuencia y en consecuencia hacia un bienestar en común. El primer personaje (ubicando la fotografía de izquierda a derecha), inigualable y un gran amigo de lucha, Dr. Rogelio Sosa Pulido y sus camaradas, las y los que siguen estando, mis más sincero respeto. Que la juventud, siga siendo el motor de lucha con prospectiva hacia un mundo mejor y la posibilidad de cambios o transformaciones profundas.

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