Por: Arq. Francisco Martínez Manríquez
En las pasadas últimas décadas la economía mexicana dio un giro de 180 grados, se abandonó la estrategia de desarrollo con justicia social y optó por un liberalismo extremo, apoyado en el libre juego de los mecanismos del mercado. Su instrumentación fue sumamente precipitada, a través de mecanismos autoritarios y antidemocráticos, no tomó en cuenta las condiciones del país. Así, se privatizaron las empresas públicas, se abrieron de par en par las fronteras para propiciar el libre comercio, cancelando aranceles y toda medida legal encaminada a fomentar, promover y dirigir la actividad económica desde el Estado. El resultado fue el incremento de la pobreza, la destrucción de las cadenas productivas, el mayor desastre en el campo de que tengan memoria los mexicanos, se perdió la autosuficiencia alimentaria, provocándose una mayor dependencia externa y, en fin, entre los saldos del abandono del modelo de sustitución de importaciones, cuya superioridad sobre el neoliberal es evidente, figuran una más injusta distribución del ingreso, una mayor injusticia. Hoy, es el momento en que no podemos superar esta situación. El país sigue hundido en el desempleo y la economía no alcanza a recuperar sus tasas históricas de crecimiento.
Aún más el grupo de tecnócratas que detentó el poder en nuestro país desde principios de la década de los ochentas hasta la fecha, aplicò una política económica ortodoxa y dogmática, que ubicaba en el centro de su proyecto el control de la inflación como un fin en sí mismo y no como un mecanismo al que se puede recurrir ante determinadas condiciones, para favorecer el empleo y el crecimiento económico. También pregonó el equilibrio de las finanzas públicas con el fin de evitar el sobregiro en el gasto o la existencia de déficits presupuestales como coartada para dar confianza a los inversionistas, así como el control rígido del tipo de cambio, apoyado en fuertes sumas de reservas internacionales que en la práctica se convierten en recursos ociosos sin ninguna utilidad.
El sueño de los neoliberales era erradicar todo tipo de subsidios, derrumbar las barreras de protección a la economía nacional, orientar el destino y el volumen de las inversiones al libre juego de la oferta y la demanda, maniatar o destruir toda resistencia sindical porque en su visión este es un fenómeno que distorsiona los mecanismo del mercado o la llamada libre competencia y combatir a los partidos políticos que pretendan promover leyes favorables a los intereses populares, y, por si esto fuera poco, cuando consideran que la economía se les sale de control llegan al extremo de sacar dinero de la circulación a través de los llamados “cortos”.
La divisa de esta política económica era disminuir el consumo en forma radical para impedir las presiones inflacionarias al grado, si era necesario de destruir el empleo, cerrar empresas o matar de hambre a la población.
En realidad esta política económica despoja al Estado de los instrumentos para inducir el crecimiento económico, la creación de empleos, el fomento de la inversión, estímulo a las exportaciones, el apoyo al mercado interno, la creación de infraestructura social y productiva y el impulso de programas sociales en materia de salud, educación, nutrición, capacitación, incluida la corrección de desequilibrios sectoriales, regionales y sociales en aras de desarrollo con justicia social. Una política económica consistente, que ponga el acento en el desarrollo del mercado interno, sin descuidar el aprovechamiento de las oportunidades con el exterior, que siente las bases para alcanzar un mayor progreso y altas tasas de crecimiento, que garantice una elevada capacidad adquisitiva de los salarios y una cantidad de empleos que permita ocupar a toda la población en edad de trabajar, tiene que ser necesariamente una política de Estado, respaldada en la Constitución y sus leyes reglamentarias, que involucre lo mismo a las instituciones del País y naturalmente, a los tres órdenes de Gobierno, instituciones académicas, empresas, sociedad civil como beneficiaria y protagonista de las políticas de desarrollo.
En este sentido, el desarrollo se debe de entender como un proceso continuo, de corto, mediano y largo plazos, que no puede ser interrumpido por cambios administrativos de las instituciones, es en sí mismo, un esfuerzo colectivo que debe realizarse en forma permanente, ya que se trata de un proceso que nunca termina y en todo caso se expresa o avanza a través de fases y procesos de Planeación. Esta política económica de Estado incluirá los recursos presupuestales pertinentes y se acompañará de las medidas administrativas correspondientes y contará con la fuerza jurídica para dar continuidad a esas políticas, programas, proyectos y acciones. El desarrollo en el Estado Mexicano, para ser integral, implica una articulación política entre el medio ambiente, las costumbres locales y el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes, así como acciones simultáneas que garanticen la instrumentación de las mismas en las regiones y subregiones, en los sectores y ramas económicas, lo mismo entre sectores vulnerables que atienda a los grandes rezagos, la pobreza y la marginalidad.
La Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, acordó con empresarios de diversos sectores una recuperación económica basada en 10 ejes del Plan de Reactivación Económica de la Ciudad de México. El objetivo es reactivar las actividades económicas con responsabilidad, apoyado en acciones específicas y la operación eficiente de los servicios públicos de salud.
Ante el análisis anterior, la Jefa de Gobierno de la Cd. de México, implementa por primera vez un Plan de Reactivación Económica, donde contempla los siguientes ejes: Garantizar la vacunación para todas y todos, Apoyo al ingreso de las familias y las MiPymes, Inversión pública en movilidad, agua e infraestructura social, Acciones emergentes para la reactivación de la construcción, Impulso proyectos estratégicos con privados, Reactivación turística y cultural. Impulso Vallejo-I, Reactivación del Centro Histórico, Economía Circular y energías limpias, Ciudad Segura. Cabe resaltar que el apoyo a las familias, a las micro, pequeñas y medianas empresas ha sido fundamental para enfrentar la pandemia y que las acciones del Plan contribuirán a fortalecer la capacidad de recuperación económica en la Ciudad de México mediante la generación de empleos y acciones para el bienestar de la población. El Gobierno capitalino y la iniciativa privada trabajan en conjunto para poner en marcha 24 proyectos estratégicos que van desde hospitales, escuelas, usos mixtos habitacionales, comerciales y de oficinas, mismos que permitirán reactivación económica, con el objetivo de generar las mejores condiciones y oportunidades para que la ciudadanía se integre en el corto plazo a la actividad económica, partiendo de la protección de la salud como base fundamental de todas las acciones.
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