Por Rogelio Sosa Pulido
Nadie debe olvidar la masacre del 2 de octubre de 1968, obra del PRI Gobierno; de ese PRI que después de casi un siglo de vida aún no acaba de morir.
Ahora, vayamos al fondo porque, igual, nadie debe olvidar que el Movimiento Estudiantil de ese año detonó en el sector más sensible la insurgencia social que venía desde la misma Revolución Mexicana, porque quienes la ganaron no fueron las fuerzas del pueblo aplastado por décadas en el Porfiriato y representadas por Villa y Zapata; ganaron la Revolución los oligarcas del campo y de la ciudad representados principalmente por el grupo Sonora de Calles, Obregón y De la Huerta en alianza inicial con Carranza.
La insurgencia social de la posrevolución se proyectó con los movimientos campesinos armados, insatisfechos por la continuación del acaparamiento de las tierras que había sido uno de los motivos del estallido de la Revolución. Sólo el General Cárdenas con el reparto agrario pudo pacificar al país a la vez que construyó las bases del Estado Mexicano cuyo poder controlaría el PRI Gobierno
La insurgencia campesina continuó con el reclamo zapatista por la tierra; incluso en la misma región de Emiliano Zapata, con el líder Rubén Jaramillo. A partir de la industrialización del país, la lucha campesina se acompañó con las grandes movilizaciones de los trabajadores petroleros, mineros, ferrocarrileros, médicos, maestros y otros. En ese torrente hay que ubicar al Movimiento Estudiantil que estalló en julio de 1968 por la represión a grupos estudiantiles de nivel medio superior.
En otro momento o en otro país los sucesos de julio no desatarían la insurgencia que creció exponencialmente aquí de julio a octubre, pero, el régimen autoritario que ya había reprimido salvajemente por décadas a los gremios insurrectos dio ese trato al estudiantado del Politécnico y de la UNAM.
El ataque del ejército con el uso de una bazuka en la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM y la invasión de las vocacionales del IPN en la Ciudad de México el 30 de julio de ese año, ilustra la desproporción de la fuerza bruta utilizada por el Estado a lo largo del Movimiento.
En el marco anterior, el Movimiento Estudiantil se convirtió en un parteaguas histórico por los motivos siguientes:
- Las banderas que levantó no fueron estudiantiles sino políticas. Los seis puntos del pliego petitorio difundido desde el inicio del movimiento eran un reclamo contra la represión, pero, también por la libertad de los presos políticos encarcelados por dirigir o promover la lucha social. El Estado les adjudicaba el delito de “disolución social”. El Movimiento, por su parte, reclamaba como demanda inmediata el diálogo público con el gobierno.
- Si las demandas hubiesen sido de carácter estudiantil, seguramente ell Estado podría haber controlado el alcance del Movimiento. Esto no sucedió en ningún caso, incluso cuando la noche del 18 de septiembre el ejército invadió la Ciudad Universitaria.
- El pliego de demandas no podía abordarse sin reconocer por parte del Estado su carácter represivo y dictatorial.
- En el terreno de la subjetividad, miles de estudiantes, manifestaban un afán antisistema, libertario y subversivo explícito en las pintas, pancartas, volantes y discursos en las asambleas. El sentido vertical de respeto a la investidura presidencial que se construyó por décadas en el discurso político, educativo y de todas las instituciones del Estado, fue desechado abiertamente en las movilizaciones y en todo espacio del debate estudiantil.
- Aunque el Movimiento se extendió a otras entidades, su centro de acción fue la Ciudad de México y en el seno de las capas medias de la población sensibles al acontecer político. Hubo estudiantes de familias de altos ingresos o familiares de políticos de alto nivel que se sumergieron en el movimiento. La comunidad de la Universidad Iberoamericana de corte religioso liberal, por ejemplo, se sumó a la huelga estudiantil.
- Los meses de julio a octubre -la huelga se levantó en noviembre- fueron de una intensa actividad y formación política para miles de estudiantes. Cuando marchábamos por el Paseo de la Reforma o tomábamos el Zócalo, antes intocado, nos dimos cuenta de la magnitud de nuestra fuerza colectiva y la posibilidad de construir otra sociedad. Por eso, en la gran concentración estudiantil popular que hicimos el 27 de agosto con cientos de miles de estudiantes y amplios sectores populares en el Zócalo se acordó quedarnos en plantón hasta el 1 de septiembre cuando Díaz Ordaz daría su informe de gobierno en ese lugar.
- El mes de septiembre fue de constantes actos represivos contra el movimiento, pero, los brigadeos y movilizaciones disminuyeron, pero, no cesaron. Para el día de la masacre del 2 de octubre, había una disminución de la participación estudiantil, Se preveía ya el golpe represivo porque se acercaban las olimpiadas y el régimen adoptó una postura de extrema cerrazón para garantizar lo que llamaba “paz social”.
- La masacre del 2 de octubre obligó al estudiantado a pensar en el futuro del movimiento, pero, ya en un ambiente de repliegue general. En las asambleas se tomó el acuerdo de discutir el levantamiento de la huelga, medida que se tomó en un ritmo desigual hasta culminar con el regreso a clases en noviembre.
- El saldo inmediato del movimiento estudiantil fue de represión y derrota porque no se logró la acumulación de fuerzas populares que obligara al régimen a atender las demandas, especialmente, por tratarse de reclamos políticos. Otros movimientos insurgentes siendo gremiales no de carácter político general también habían sido reprimidos. El temor al contenido subversivo de la lucha estudiantil, explica por qué el régimen reprimió nuevamente de manera salvaje a la movilización estudiantil del 10 de junio de 1971.
- El saldo histórico del movimiento está a la vista: logró sacudir más que cualquier otro la conciencia nacional sobre el aberrante sistema represivo, autoritario y salvaje del PRI Gobierno. Esta situación convenció a miles de estudiantes y luchadoras y luchadores sociales sobre la necesidad de la lucha armada. Otros miles se orientaron a la organización política creando nuevos partidos y organizaciones sociales que aglutinaron la lucha de millones. En las décadas siguientes, las organizaciones de masas como la CNTE, la Conamup. La CNPA, la COSINA, la Asamblea Nacional Obrera, Campesina y Popular (ANOCEP) entre otras, mantuvieron la presión sobre el régimen y le obligaron a abrir acotados espacios parlamentarios y de poder hasta llegar a la insurrección electoral de 1988 ante cuyo triunfo del Ingeniero Cárdenas, realizó el conocido y escandaloso fraude que marcó su crisis terminal.
- En este tiempo, pasada la noche neoliberal por la que atravesó por décadas el mundo y nuestro país, la experiencia libertaria de la generación de 1968 debe reivindicarse por su contribución a la lucha del pueblo por un cambio de régimen y reconocer la continuidad de aquella lucha con las luchas que siguió protagonizando hasta el triunfo de 2018 con Andrés Manuel López Obrador y en 2024 con Claudia Sheinbaum quien pertenece, por cierto, a una familia que participó en ese gran e histórico movimiento.
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