Pero el amor, esa palabra

por | Feb 13, 2024 | Mtra. Itzia Janik Macías Barreto, Opiniones

Uruapan, Mich., a 12 de febrero de 2024

Por Mtra. Itzia Janik Macías Barreto

Pocas frases se quedan tatuadas en la memoria de un lector hispanohablante como: Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre; En algún lugar de la Mancha cuyo nombre no quiero acordarme; o la que nos ocupa hoy: Pero el amor, esa palabra.

Cortázar, Storni, Benedetti, Neruda, Castellanos, son solo algunas de las grandes figuras de la literatura latinoamericana que han arropado y embriagado el corazón de los amorosos. La poesía y la luna, en especial cuando la comemos a cucharadas, alivian la congoja de quien sufre mal de amores, al menos eso creía Sabines.

El amor para Paz es metáfora y ceremonia, pero es, sobre todo, la piedra angular de la libertad. El vínculo entre amor y libertad también está presente en Sartre; no así en Sau, para quien el amor entre mujeres y hombres es imposible, pues para darse se precisa la igualdad genérica. Herrera afirma que para las mujeres el amor es renuncia y sufrimiento; mientras que Alberoni considera que el amor es simplemente el desenlace del enamoramiento.

Para mí, el amor es una forma sofisticada de explotar a la mujer, por ello ha sido objeto de mis desvaríos intelectuales, junto al género, la violencia y el poder, así que imagina cuánto despertó mi curiosidad el saber de la docuserie de Netflix titulada, Llamas gemelas (Escaping twin flames).

Llamas gemelas está alejada de la tradición literaria, al menos en apariencia, pues cuenta la historia real de una pareja heterosexual estadounidense que decide emprender montando un sitio web de coaching afectivo. El nombre del sitio es Almas gemelas y su promesa de venta es encontrar a tu alma gemela, frase que de inmediato me conecta con el mito del andrógino y su trágico destino.

Con ello en mente, es preciso puntualizar que el mensaje del mito no estriba en conminarnos a buscar incansablemente la mitad perdida, sino en constituirnos como completudes: debemos duelar la unidad que fuimos para transformarnos en entidades únicas y vastas, pues la parte perdida, perdida está.

La completud nos brinda la oportunidad de enamorarnos de la diferencia, de recorrer el mundo en compañía de la otredad, haciendo un ejercicio constante de escucha, pues amar y convivir con la diferencia es un reto dialéctico de dulces mieles cuando escuchamos para comprender, no para debatir.  

Sin embargo, la mayor parte de la gente pone su energía en lo imposible: el reencuentro con la mitad perdida, la media naranja, el alma gemela. Conforme la docuserie avanza, advertimos el giro (tóxico) que da la empresa y lo poco convencional de las consultas afectivas. ¿Los principales consumidores del servicio? Mujeres.

A diferencia de Tinder y aplicaciones similares, en Almas gemelas solo hay mujeres, mujeres guiadas por una pareja ambiciosa que no duda en aprovechar la vulnerabilidad de las usuarias de su servicio, ni capitalizar el aprendizaje alienado sobre el amor, así como la ciega creencia en un mito interpretado de manera elemental.

El amor, esa palabra que hoy se ha transformado en maná para gran número de industrias, no ha dejado de ser el talón de Aquiles de las mujeres; por amor, las mujeres trabajamos gratuitamente, mermamos nuestra salud, postergamos nuestros planes, negamos nuestra fe y a nosotras mismas. Mentimos por amor, delinquimos por amor, callamos por amor, por amor incluso dejamos atrás nuestra patria o familia de origen.

Tras ver la docuserie, y en pleno mes de febrero, no puedo evitar preguntarme el por qué no hemos podido transitar de una idea de amor que empobrece la calidad de vida de las mujeres, a una que la enriquezca. La luna, me da igual si es a cucharadas o en píldora, no debe ser el bálsamo que alivie el daño causado por las formas patriarcales de la experiencia amorosa de las mujeres. Tampoco el helado, el psicólogo ni el tiempo. Las mujeres no deberíamos seguir sufriendo por amor, ni seguir siendo explotadas en nombre del amor.  

A la fecha, tanto Hollywood como la tradición literaria siguen educando y (de)formando los usos erótico-afectivos de las mujeres; quizá por ello, al momento de escribir estas líneas ni el feminismo, ni las políticas públicas, la educación formal, los estudios de género, asociación civil u organismo internacional ha conseguido liberar a las mujeres de los efectos nocivos provocados por el amor, esa palabra.  

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