Hombres que niegan lo evidente

por | Feb 6, 2024 | Mtra. Itzia Janik Macías Barreto, Opiniones

Uruapan, Mich., a 05 de febrero de 2024

Por Mtra. Itzia Janik Macías Barreto

“No me gusta hablar con feministas porque siempre quieren tener la razón”. Palabras más, palabras menos, fueron pronunciadas por un excompañero de trabajo, al que llamaré Enrique para efectos de estas líneas.

Enrique tiene algún grado de misoginia, eso es obvio para mí y para cualquiera que aprecie a las mujeres y el trabajo invaluable que hacen al reproducir la especie, además de dar al capitalismo mano de obra y, a las redes sociales, esclavos del scroll.

Bell Hooks describía la misoginia como el odio hacia las mujeres. Ella señalaba que la misoginia no se limita a actos individuales de discriminación o violencia, sino que está arraigada en las estructuras sociales y culturales que perpetúan la desigualdad de género. Para Hooks, la misoginia implica un rechazo profundo de las mujeres como individuos y como grupo.

Enrique nunca ha compartido conmigo en qué difiere de las feministas, simplemente repite que ellas siempre quieren tener la razón, así que trato de ponerme en sus zapatos, trato de imaginar que soy un hombre heterosexual con deseos de ser amado y reconocido por mi pareja, o por las mujeres en general; después de todo, para eso están, para devolverme una imagen aumentada de mí mismo. ¿O no?

Para mi infortunio, las mujeres que me gustan no quieren tener conmigo la vida que tuvo mi madre al lado de mi padre, y mi abuela al lado de mi abuelo. No me dan amor, ni sexo, ni reconocimiento. El colmo es que no me dan ni la razón. Me siento frustrado, incomprendido y solo.

Todos tenemos algo de misoginia corriendo por nuestras venas. A mí me costó mucho reconocer a la pequeña misógina que me habita, pero el primer paso para quitarle poder y hermanarme con las mujeres fue admitirlo.

Enrique lleva un tiempo soltero, quiere estar en pareja, pero al mismo tiempo rechaza la posibilidad de que una parte suya odie a las mujeres, tal es su resistencia, que se niega a tocar cualquier tema alusivo a los derechos de las mujeres, su libertad o condición ontológica.

¿Qué mujer que se valore a sí misma querrá estar con un hombre que reproducirá en la relación algún tipo de violencia de género por el simple hecho de negar, primero ante sí mismo, luego hacia los demás, el desprecio oscuro, seco e informe que experimenta hacia las mujeres y, por ende, hacia una eventual pareja?  

Enrique tiene tres caminos, uno de ellos implica admitir su misoginia y trabajar en ello para construir un vínculo nutricio; mantener vivo su odio hacia las mujeres entablando una relación con otra mujer que también niegue su odio a las mujeres. O permanecer soltero. Esto último no está nada mal, el narcicismo se ha puesto de moda y hoy nadie ve con malos ojos tenerse por único objeto de amor y desear protagonizar la vida de los demás.

Los hombres heterosexuales pocas veces la tienen fácil cuando se trata de advertir la dosis de misoginia que anida en ellos: ¿cómo podrían ser misóginos si les gustan las mujeres? Bueno, es que una cosa es la inclinación sexual, otra la empatía y otra el aprecio.

En mi experiencia, los hombres como Enrique ven en las mujeres parejas sexuales y personal de servicio, no seres humanos, por ello la amistad queda fuera de la ecuación; al mantener esa óptica, se niegan a sí mismos el aprecio de una parcela del mundo que no les demandará cumplir con los mandatos de la masculinidad, que el propio sistema patriarcal les impone, en tanto hombres vinculados a relaciones heteronormadas.

A la larga, esos hombres terminan compartiendo en redes sociales contenido en tono irónico alusivo a la vida en pareja, a fin de soportar la disonancia cognitiva en la que incurre el sistema de creencias patriarcal, aunque desde el punto de vista de esos hombres, el patriarcado es algo que inventaron las feministas para victimizarlos; eso, y el matrimonio.

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